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CAPÍTULO 4: PLANTAS Y SUS USOS ANCESTRALES


Comenzamos transmitiéndoles lo escrito en el capítulo 7 del libro “ViajealRíodela Plata” por el mercenario y cronista Ulrico Schmidl allá por 1567 . Llama a los nativos encontrados “Carendíes” y los describe de la siguiente manera:”…dimos con un pueblo en que estaba una nación de indios llamados carendíes, como de 2000 hombres con las mujeres e hijos, y su vestir era como el de los zechurg (charrúas) (del ombligo a las rodillas); nos trajeron de comer, carne y pescado. Estos Carendíes (por Querandíes) no tienen habitaciones propias, sino que dan vueltas a la tierra, como los gitanos en nuestro país; y cuando viajan en el verano suelen andarse más de 30 millas (leguas) por tierra enjuta sin hallar una gota de agua que poder beber. Si logran cazar ciervos u otras piezas del campo, entonces se beben la sangre. También hallan a veces una raíz que llaman cardes la que comen por la sed. Se entiende que lo de beberse la sangre solo se acostumbra cuando les falta el agua o lo que la suple; porque de otra manera tal vez tendrían que morir de sed.” Esa raíz que hidrataba tanto a nativos como a martinetas, ñandúes y jabalíes, es del caraguatá; tan extendido alrededor de nuestras cañadas y orillas de caminos de tierra de la zona.
Este nombre es la deformación guaranítica de KAR: diente HUE: agua TA: elevado, y es una planta comestible que hidrata y tiene una caña alta central con los bordes de sus hojas dentados de espinas. También llamado carde por Querandíes y Charrúas, aunque no es el clásico cardo traído del viejo continente. Utilizado también para confeccionar canastos y sombreros, como es el caso de los Qom y Matacos que emplean sus fibras haciendo secar sus hojas, llamándolo planta de chaguar.

En la región pampeana se realizan estudios arqueobotánicos sobre microrestos vegetales encontrados en contextos de cazadores recolectores Querandíes de unos 4600 años de antigüedad y luego Ranqueles. Los resultados evidencian la importancia socioeconómica de los recursos vegetales, por las estrategias de aprovechamiento utilizadas tanto para la alimentación, como tecnologías, construcción, combustible y aspectos simbólicos. Eran machacados, molidos, fermentados o freídos en grasa para obtener medicinas, alimentos y bebidas alcohólicas.
Por ejemplo los frutos y hojas de alpataco o algarroba se utilizaban como alimento; los troncos, goma exudada y ramas de brea o chañar brea como combustible, pegamento o medicinal. Del caldén se utilizaba la madera y las vainas, para construcción, utensilios domésticos y combustible.

En las fuentes históricas se describe que las sociedades que poblaron la región pampeana poseían una gran tradición respecto de las técnicas de procesamiento y un inmenso conocimiento de las plantas silvestres de la zona.
Del molle, también llamado aguaribay, gualeguay, árbol de pimienta o pirul, etc., se utiliza la resina, la madera, frutos, hojas; para alimentación, combustible, medicinal para el alivio de dolores de estómago, curación de resfríos y catarros. La flor se aplicaba sobre las muelas para aliviar su dolor. La carqueja tiene uso medicinal, para problemas digestivos y para purificar la sangre. Del romero o romerillo se usaban las cenizas de la planta para elaborar lejía. En palabras de Luis de la Cruz, respecto a las legumbres del algarrobo dice “…de todas hacen chichas, restregándolas en agua tibia y dejándolas en unos vasos de greda para que fermenten…” Además del fruto del algarrobo para bebida y alimento, se utiliza la madera como leña.

En cuanto a la alimentación los pueblos de la región pampeana consumían raíces, tubérculos, semillas y frutos que recolectaban manualmente, todos estos tostados, machacados, molidos, para preparar con ellos harinas y bebidas. Es el caso de la papa de monte, cuyo fruto se recolectaba cuando estaba maduro, y se consumía al natural, o frito en grasa de potro. Del macachín o vinagrillo se utilizaba como alimento la raíz. O el fruto y raíz de piquillín con usos medicinales, alimentación y bebidas. Las drupas de esta planta, se recolectaban poniendo un cuero en el suelo, debajo de la planta y golpeándola hasta obtener los frutos, que los Ranqueles cosechaban y dejaban secar para que se conserven hasta el invierno. También las ramas de pichana, pichanilla o chilca eran utilizadas para fabricar escobas.

Otras plantas utilizadas por los nativos fueron la tuna y penca del nopal, para alimentación y bebidas fermentadas, al igual que el ucle. El junco de laguna era utilizado para techar y otras tecnofacturas pero también como medicinal para el postparto. El paico es usado como medicinal contra desórdenes gastrointestinales, del hígado, estómago, cabeza y purgante. La cola de caballo también tenía uso medicinal ya que su infusión servía para purificar la sangre, combatir la caspa, como diurético, etc. Del atamisqui se utilizaban raíces, corteza, tallos y hojas como medicinal, con sus hojas y ramas freídas en grasa de puma se hacía una pomada para los dolores corporales.

Continuando con la lista de plantas utilizadas por los pueblos originarios podemos nombrar al ajo macho del que se usaban los rizomas para lavar y quitar manchas; del carrizo se empleaba la raíz, cañas y semillas para alimentación y fabricación de techos; los frutos de la cebadilla criolla eran para la alimentación y medicinal como expectorante y vomitivo. Con la cortadera o cola de zorro, tan extendida en nuestra zona, se hacían techos de ranchos y cercos, y el tallo hueco servía para confeccionar un instrumento musical llamado caramillo. Y el chañar proporcionaba su fruto, madera y corteza. La madera como combustible. También se empleaba para dolores de estómago, calmante de la tos y el asma, fermentada se llama aloja y como bebida refrescante es el arrope.

Plantas como el sauce criollo utilizada como madera; las hojas y ramitas tiernas del poleo tienen uso medicinal contra malestares estomacales, las hojas del tomillo se usaban como condimento y las ramas en infusión contra dolencias estomacales, como antigripal, antifúngico y estimulante. Daba calor al cuerpo. La jarilla tiene uso medicinal, para leña y para escobas y enramadas. Curaba los resfríos la infusión de su raspadura de tallo con azúcar quemada. En buches aliviaba el dolor de muelas, desinfectaba heridas y era desodorante para pies con su lavaje. También es una buena leña. Del jume o jumecito se utilizaba la planta entera en alimentación y medicinal como purgante. Con sus cenizas se hacían lejías. El abrojo o cepa caballo tenía uso medicinal, se hacían infusiones con sus hojas, ramas y raíces para el dolor de espalda, el tratamiento de várices y también de ella se extraía la tinta amarilla para teñir.

Podemos nombrar entre las plantas utilizadas por los originarios a la chepica dulce como medicinal, refrescante y diurética, contra dolores de vejiga y para lavativas, se utilizaba la planta entera o su decocción sobre la cabeza para ahuyentar las enfermedades. Y no podemos concluir este capítulo sin hablar del ombú, aunque nos quedaron tantas plantas por nombrar.
Hay una leyenda del Ta Lajaú, lajaú es el ombú, viene de lojaé: antiguo. Los Querandíes decían que Jaú, la esposa del jefe de una tribu, había conseguido que en la aldea cultivaran la tierra. Vivían en una tierra fértil, al norte de La Pampa, muy cerca de grandes ríos. La tribu entera estaba pendiente en la época de la siembra, y podía ser casi una fiesta especialmente si era la primera vez que se hacía esta actividad, alguien controlaba el estado de la tierra, otro espiaba si despuntaba una hojita nueva. La vida comenzó a girar en torno al plantío, siendo lo primero que pensaban al amanecer y lo último que hablaban al anochecer. Solo la guerra acaparaba la atención que los hombres destinaban al cultivo. La guerra siempre roba, roba hombres, vidas, se los lleva a todos, en la toldería solo quedan mujeres, ancianos y niños. El verdor de las plantas de maíz anunciaba la cosecha, pero el deseo de lucha primó en los hombres y un día dejaron sus campos y se fueron a pelear. El Ta (jefe) antes de irse, le dijo a bilú Jaú (bella Jaú), su aló (mujer), cuidá las plantas y la tierra, te dejo a cargo. Jaú asiente, no abre la boca, ese gesto en ella vale como un juramento, porque es de pocas palabras y no sabe demostrar su cariño aunque quisiera. Ella debía cuidar el campo cultivado para que las mujeres y niños no padecieran hambre. Jaú se ocuparía del maíz día y noche para que las plantas crecieran sanamente. Hasta que una noche, la luna llena anuncia una terrible sequía y ahí comprende lo difícil que sería cumplir su misión. Día a día, las plantas van perdiendo su lozanía, una a una caen vencidas, casi todo el maizal se quema bajo los rayos implacables. Una única plantita sobrevive y es cuidada por Jaú con su vida. Decide salvar los granos necesarios para volver a sembrar, entonces permanece sobre ella haciendo sombra, la refresca con su aliento, la riega con su ración de agua y sus lágrimas, le habla. Pero su agotamiento es visible y sucede que un viento fuerte comienza a soplar, y Jau se enraiza a la tierra para no apartarse. Así la encuentran los guerreros cuando regresaron, transformada en una hierba gigante, el cabello enmarañado hecho copa silenciosa. Cuando el jefe regresó, fue a llorar a la sombra de su amada, desesperado se abrazó a Talajaú, y sus ramas lo cobijaron. Desde ese día pasó a ser un árbol sagrado, el árbol de la memoria, el de los viejos, los antiguos, y de los valores de toda la nación. Hoy conocido con el nombre guaraní de ombú.
Este árbol tiene propiedades medicinales, una infusión hecha de hojas y frutos bebida en ayuno limpiaba el sistema digestivo. La corteza quemada, se pulverizaba en un mortero y era cicatrizante de heridas poco profundas. También se usaba ese polvo para elaborar jabones antisépticos.La infusión hecha con sus raíces es un vomitivo de lenta duración. También se empleaba para tratar el reumatismo crónico, sus frutos en infusión primero machacados, luego hervidos y mezclados con agua ardiente. Además el aromático perfume de sus flores a la noche, ahuyentaba los insectos.

SUSANA OZCOIDI